En esta categoría la calidad de los cuentos ha sido tan buena que nos ha sido imposible elegir un solo ganador, por lo que compartirán el premio dos de nuestros participantes. A continuación, podéis leer el primer cuento de los dos ganadores de 3º ciclo. Seguro que os encantarán.
La obsesión de
César
por Lucía Orteu González (5º Primaria)
Esta historia es una historia
verdadera, y problema tuyo será que no te la creas porque entonces la única
historia será la tuya, la de una persona que no creyó una historia.
-
César, que ya te lo he dicho muchas veces que
no. Que eres un pesado, va a ser que no – le dijo su madre Daniela.
-
¿Y si te lo pido por favor?
-
De todas formas tampoco, César. Cuesta mucho
dinero una de esas famosas nintendos. Además,
con los juegos y todo costará el doble.
-
César, tiene razón mamá. Esas máquinas no son
tan baratas como te lo esperas.
-
Pero ya llevo ahorrados casi cincuenta euros.
-
Ya, César, me lo has dicho casi un millón de
veces. Además ¿tú no querías el último modelo, el de doscientos euros?
-
Claro, es el más chulo.
-
Y, claro, entonces sólo te faltan unos 150.
***
Poco a poco, sin que César se lo
esperara, llegó su cumpleaños.
¡Cumpleaños feliz, cumpleaños
feliz. Te deseamos todos, cumpleaños feliz!, cantaron todos.
-
Tu regalo, César. Le dijo su abuela Martina -
Ábrelo, César.
-
¡Oh abuela, gracias! - dijo César, aunque no le
hizo mucha ilusión - ¡un jersey!. Gracias. Intentaba sonreír, aunque le
costaba.
-
Espera, ven, que aquí hay algo más. Cógelo.
-
Abuela, ¡es una nintendo!
-
¿No era lo que tú querías? Me han dicho que
llevas pidiéndolo desde abril.
-
Me ha encantado, abuela. Muchas gracias.¡ Ven
papá, corre! Vamos a leer las instrucciones.
Estaba claro que a César le habá encantado su regalo.
-
César, mamá y yo hemos decidido establecer unos
turnos. No te puedes pasar la vida con la maquinita.
César al principio respetaba los turnos pero poco a poco se
enganchaba más a los juegos y llegó a
saltarse los turnos establecidos por los padres.
-
¡César! Esta es la cuarta vez que te pillamos a
escondidas con la maquinita –le dijo su madre- ¿Y si vamos al parque a jugar al
fútbol?
-
Ya lo estoy haciendo –le dijo César- ¿No lo ves?
Y con el 3D los pases son más largos, y gracias al XL se ven los detalles. ¿A
qué mola?
-
Desde que te lo regaló la abuela Martina no has
dejado de utilizarla –le dijo su padre.
-
Al final no vas a poder ir al parque –dijo su
padre.
-
Lo siento, espera, acabo de empezar un nuevo
nivel de Mario Bross. Tengo que matar a los bichos o ellos me matarán a mí.
César pasaba cada vez más horas
con la nintendo.
-
¿Te has puesto ya el pijama? Llevas media hora
con él enfrente de ti. Cámbiate de una vez hijo –exigió su madre.
César cenó, se puso el pijama y se acostó.
-
¡Dejadme en paz¡. ¡Hay que huir¡ ¡Mata a los monstruos¡. Si no
pasas el nivel se te acabar las vidas. ¡Huye!. ¡Huye!...
César cada vez gritaba más alto. Se levantó sudando y
también despertó a sus padres.
-
Llevas un buen rato soñando pesadillas– le dijo
su madre
-
Yo creo que todo esto es por tu obsesión con la
maquinita. La abuela te la regaló para que pasaras un ratito cada día con ella
-dijo Raúl, su padre.
Su madre le dio un vaso de leche caliente y las buenas
noches.
César volvió a tener pesadillas dos o tres veces más hasta
que pasó todos los niveles y se deshizo de él.
***
Parecía que había cesado la obsesión por incumplir los turnos,
pero cuando le regalaban, le compraban o conseguía un juego, todo volvía a
empezar. Pero una tarde ocurrió algo
extraño.
-
¿Qué extraño es que no estés jugando con tu
regalo? – le dijo su madre.
-
Ya, a mí también me resulta extraño, pero tengo
un trabajo de lectura muy importante para mañana – le contestó César.
-
Y ese trabajo, ¿cuándo te lo mandaron?
César se puso rojo.
-
Hace dos meses- le contestó muy bajito. Y se
tapó los oídos para que los gritos de su madre no le rompieran los tímpanos.
Algo le llamó la atención más aun después de haberse tapado
los oídos y haber contado hasta cinco. No había visto a su madre abrir la boca.
-
César, ¿qué haces? – le preguntó su madre?
-
¿Yo? – dijo César sorprendido – Pues intentar no
oír la regañina.
-
¿La regañina?.
Y yo ¿porqué te tengo que regañar?
-
Bueno, hace dos meses que me mandaron el trabajo
y todavía no he terminado el libro. Bueno…
ni lo he empezado.
-
Ya, el caso es que yo sabía desde el primer día
que te lo tenías que leer. Te lo estuve
diciendo, pero tú ni caso. Hace un par de semanas me di cuenta de que no es que
no me hicieras caso. Es que con los cascos de la máquina no me oías.
-
Lo siento mamá, pero… yo ahora, ¿qué hago?- le
preguntó César.
-
Lo que debes hacer es sencillo. Tienes una gran
capacidad y lees rápido. Mira, son las cinco y media. Intenta terminar el libro
y luego contestar a las preguntas, aunque no disfrutará leyendo.
-
¿Qué quieres decir con que no disfrutaré
leyendo?
-
Un libro es para leerlo a tu ritmo y para
disfrutar leyendo cada capítulo. Hay que tener tiempo para comprenderlo, y tú
lo vas a leer de una sentada.
Un libro es para los
ratitos en los que tienes que esperar el autobús o en la consulta del médico. O
para coger el sueño antes de dormir. Un libro es para entretenerte en cualquier
momento del día y a cualquier hora.
En cambio, lo único que hace una maquinita es comerte la
cabeza de forma que no puedas dejarla aunque quieras. Y cuando llevas nueves
horas enganchado, ¡zas!, se acabó, ya no queda batería. Y entonces si la
batería dura nueve horas y el día veinticuatro, una maquinita no puede
entretenerte en cualquier momento del día.
¿Lo entiendes? – dijo cariñosamente Daniela. – Bueno, ahora
ponte a leer el libro. Y, una cosa más. Que te guste leer no significa que no
puedas dejar unos momentitos para jugar con la nintendo, porque a un buen
lector también le gustan las maquinitas. Bueno, ahora a trabajar, que te
esperan cuatro horas de trabajo.
César
salvó el pellejo malamente y ahora compagina sus dos aficiones: leer y jugar
con la nintendo y, claro, reserva un poco de tiempo para adelantar trabajos. Ya
no sueña con monstruos, sino en cómo continuará el libro que se está leyendo.
***
-
César, que ya te
lo he dicho, que no va a ser, que
no, que eres un pesado. Va a ser que no.
-
¿Y si te lo pido por favor...?
-
Tampoco, César. Tienes la estantería llena de
libros y un día de estos va a explotar…
Así que tuvo que esperar a su cumpleaños y su abuela
Martina le regaló un carnet para la biblioteca y, cómo no, ¡un jersey!.
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