domingo, 9 de junio de 2013

Cuéntame un Cuento - Premio 3º Ciclo I



En esta categoría la calidad de los cuentos ha sido tan buena que nos ha sido imposible elegir un solo ganador, por lo que compartirán el premio dos de nuestros participantes. A continuación, podéis leer el primer cuento de los dos ganadores de 3º ciclo. Seguro que os encantarán.



La obsesión de César

por Lucía Orteu González (5º Primaria)

Esta historia es una historia verdadera, y problema tuyo será que no te la creas porque entonces la única historia será la tuya, la de una persona que no creyó una historia.
-          César, que ya te lo he dicho muchas veces que no. Que eres un pesado, va a ser que no – le dijo su madre Daniela.
-          ¿Y si te lo pido por favor?
-          De todas formas tampoco, César. Cuesta mucho dinero una de esas famosas nintendos. Además,  con los juegos y todo costará el doble.
-          César, tiene razón mamá. Esas máquinas no son tan baratas como te lo esperas.
-          Pero ya llevo ahorrados casi cincuenta euros.
-          Ya, César, me lo has dicho casi un millón de veces. Además ¿tú no querías el último modelo, el de doscientos euros?
-          Claro, es el más chulo.
-          Y, claro, entonces sólo te faltan unos 150.
***
Poco a poco, sin que César se lo esperara, llegó su cumpleaños.
¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz. Te deseamos todos, cumpleaños feliz!, cantaron todos.
-          Tu regalo, César. Le dijo su abuela Martina - Ábrelo, César.
-          ¡Oh abuela, gracias! - dijo César, aunque no le hizo mucha ilusión - ¡un jersey!. Gracias. Intentaba sonreír, aunque le costaba.
-          Espera, ven, que aquí hay algo más. Cógelo.
-          Abuela, ¡es una nintendo!
-          ¿No era lo que tú querías? Me han dicho que llevas pidiéndolo desde abril.
-          Me ha encantado, abuela. Muchas gracias.¡ Ven papá, corre! Vamos a leer las instrucciones.
Estaba claro que a César le habá encantado su regalo.
-          César, mamá y yo hemos decidido establecer unos turnos. No te puedes pasar la vida con la maquinita.

César al principio respetaba los turnos pero poco a poco se enganchaba más a los juegos y llegó a  saltarse los turnos establecidos por los padres.

-          ¡César! Esta es la cuarta vez que te pillamos a escondidas con la maquinita –le dijo su madre- ¿Y si vamos al parque a jugar al fútbol?
-          Ya lo estoy haciendo –le dijo César- ¿No lo ves? Y con el 3D los pases son más largos, y gracias al XL se ven los detalles. ¿A qué mola?
-          Desde que te lo regaló la abuela Martina no has dejado de utilizarla –le dijo su padre.
-          Al final no vas a poder ir al parque –dijo su padre.
-          Lo siento, espera, acabo de empezar un nuevo nivel de Mario Bross. Tengo que matar a los bichos o ellos  me matarán a mí.
César pasaba cada vez más horas con la nintendo.
-          ¿Te has puesto ya el pijama? Llevas media hora con él enfrente  de ti. Cámbiate  de una vez hijo –exigió su madre.
César cenó, se puso el pijama y se acostó.
-          ¡Dejadme en paz¡.  ¡Hay que huir¡ ¡Mata a los monstruos¡. Si no pasas el nivel se te acabar las vidas. ¡Huye!. ¡Huye!...
César cada vez gritaba más alto. Se levantó sudando y también despertó a sus padres.
-          Llevas un buen rato soñando pesadillas– le dijo su madre
-          Yo creo que todo esto es por tu obsesión con la maquinita. La abuela te la regaló para que pasaras un ratito cada día con ella -dijo Raúl, su padre.
Su madre le dio un vaso de leche caliente y las buenas noches.

César volvió a tener pesadillas dos o tres veces más hasta que pasó todos los niveles y se deshizo de él. 

***

Parecía que había cesado la obsesión por incumplir los turnos, pero cuando le regalaban, le compraban o conseguía un juego, todo volvía a empezar. Pero  una tarde ocurrió algo extraño.

-          ¿Qué extraño es que no estés jugando con tu regalo? – le dijo su madre.
-          Ya, a mí también me resulta extraño, pero tengo un trabajo de lectura muy importante para mañana – le contestó César.
-          Y ese trabajo, ¿cuándo te lo mandaron?
César se puso rojo.
-          Hace dos meses- le contestó muy bajito. Y se tapó los oídos para que los gritos de su madre no le rompieran los tímpanos.
Algo le llamó la atención más aun después de haberse tapado los oídos y haber contado hasta cinco. No había visto a su madre abrir la boca.
-          César, ¿qué haces? – le preguntó su madre?
-          ¿Yo? – dijo César sorprendido – Pues intentar no oír la regañina.
-          ¿La regañina?.  Y yo ¿porqué te tengo que regañar?
-          Bueno, hace dos meses que me mandaron el trabajo y todavía no he terminado el libro. Bueno…  ni lo he empezado.
-          Ya, el caso es que yo sabía desde el primer día que te lo  tenías que leer. Te lo estuve diciendo, pero tú ni caso. Hace un par de semanas me di cuenta de que no es que no me hicieras caso. Es que con los cascos de la máquina no me oías. 
-          Lo siento mamá, pero… yo ahora, ¿qué hago?- le preguntó César.
-          Lo que debes hacer es sencillo. Tienes una gran capacidad y lees rápido. Mira, son las cinco y media. Intenta terminar el libro y luego contestar a las preguntas, aunque no disfrutará leyendo.
-          ¿Qué quieres decir con que no disfrutaré leyendo?
-          Un libro es para leerlo a tu ritmo y para disfrutar leyendo cada capítulo. Hay que tener tiempo para comprenderlo, y tú lo vas a leer de una sentada.
Un  libro es para los ratitos en los que tienes que esperar el autobús o en la consulta del médico. O para coger el sueño antes de dormir. Un libro es para entretenerte en cualquier momento del día y a cualquier hora.
En cambio, lo único que hace una maquinita es comerte la cabeza de forma que no puedas dejarla aunque quieras. Y cuando llevas nueves horas enganchado, ¡zas!, se acabó, ya no queda batería. Y entonces si la batería dura nueve horas y el día veinticuatro, una maquinita no puede entretenerte en cualquier momento del día.
¿Lo entiendes? – dijo cariñosamente Daniela. – Bueno, ahora ponte a leer el libro. Y, una cosa más. Que te guste leer no significa que no puedas dejar unos momentitos para jugar con la nintendo, porque a un buen lector también le gustan las maquinitas. Bueno, ahora a trabajar, que te esperan cuatro horas de trabajo.
César salvó el pellejo malamente y ahora compagina sus dos aficiones: leer y jugar con la nintendo y, claro, reserva un poco de tiempo para adelantar trabajos. Ya no sueña con monstruos, sino en cómo continuará el libro que se está leyendo.
***
-          César, que ya te  lo he dicho, que no va a  ser, que no, que eres un pesado. Va a ser que no.
-          ¿Y si te lo pido por favor...?
-          Tampoco, César. Tienes la estantería llena de libros y un día de estos va a explotar…

Así que tuvo que esperar a su cumpleaños y su abuela Martina le regaló un carnet para la biblioteca y, cómo no, ¡un jersey!.



                                    









No hay comentarios:

Publicar un comentario