A continuación, podéis leer uno de los relatos ganadores.
Doña Ratona y el Sr. Hada
Cuando a un
niño o niña se le cae un diente espera ansioso a que el Ratoncito Pérez de España o
la Hada de los Dientes de Norteamérica vengan por la noche , abran la ventana
de la habitación y cambien el diente de debajo de la almohada por una
reluciente monedita. Ahora bien, ¿qué pasaría si el Ratoncito Pérez o el Hada
de los Dientes no pudiesen realizar su trabajo…?
A Antonio se le acababa de caer su primer
diente al haberse caído de la bici y a Abbie se le había caído tras movérselo
durante media hora. Ambos estaban deseando que llegase la noche.
Mientras tanto,
en la casa de Don Ratón y Doña Ratona, ella le estaba poniendo el termómetro a
Don Ratón, al que le habían detectado anginas.
En casa de
El señora y La señora Hada también había un problema, y que la señora hada se
encontraba en urgencias porque la estaban escayolando el ala derecha.
Tanto Don Ratón como La señora Hada estaban
preocupados al pensar quien les sustituiría en el trabajo. Don Ratón llamó a su
mujer y le explicó que le debería sustituir en trabajo. Doña Ratona lo negó
¿cómo iba a sustituir ella al ejemplar Ratoncito Pérez? Algo parecido le
ocurrió al Señor Hada ¿cómo iba a sustituir él a la ejemplar Hada de los
Dientes?
Tras muchas
explicaciones, de cómo hacerlo Don Ratón se quedó dormido y a La Señora Hada la
metieron en la consulta. Ambos emprendieron el viaje, y mira que La Señora Hada
le había explicado a su marido que le quedaban seis horas para salir. Los dos
tenían una pésima orientación y Doña Ratona se fue Este como si nada, cruzando
toda Europa y Asia, cruzando el Estrecho de Bering y topándose con unos cuántos
gatos que le hicieron pasar una mala jugada. A su vez estaba El Señor Hada que
también se fue al Este cruzando todo el Océano Atlántico y pasando Portugal.
Cuando ambos creyeron que ya habían llegado a su destino, Doña Ratona decidió
llamar a su marido para recibir indicaciones y El Señor Hada a su mujer. Doña
Ratona se enfadó bastante porque encima
que su descripción con el paisaje no coincidía con la de su marido, no entendía
porque se había gastado todo el saldo del móvil con una simple llamada. El
Señor Hada decidió comunicarse por WhatsApp, que le parecía mejor idea ya que
podría mandar fotos. Aunque se las envió todas, al no tener Wi-Fi, su mujer no
las recibió .Intentó pedirle el móvil a una mosca pero no entendía su idioma y
pensó que era una turista inglesa porque le dijo “hello”, que es lo único que él
entiende .Tuvo que llamar. Tampoco coincidían sus descripciones, así que ambas
parejas decidieron dejarle el regalo al niño con un diente en su almohada más
cercano a su lugar. Tras recibir información de su casa, se pusieron en acción.
Doña Ratona recibió las indicaciones de su marido y llegó hasta una casa
individual con un jardín trasero y muy grande. Subió las escaleras de la casa,
la cual tenía dos pisos y abrió la habitación de una niña llamada Abbie. Estaba
dormida y silenciosamente quitó su diente de debajo de la almohada y dejó su
monedita. Lo mismo hizo El Señor Hada, que llegó a un bloque de edificios. Tras
mirar en el buzón el piso y letra de él
niño al que debía entregar la monedita, subió hasta el octavo, abrió la puerta
y llegó hasta la habitación de Antonio. Sin ruido cogió el diente de debajo de
su almohada y lo cambió por una reluciente monedita.
Tras haber
realizado su trabajo ambos regresaron agotados a sus casas; Doña Ratona hacia
España y El Señor Hada hacía Norteamérica.
Al día
siguiente, Abbie levantó su almohada y se encontró su monedita. Lo mismo hizo
Antonio. Ambos se quedaron pensativos: ¿por qué tenía Abbie un euro en vez de
un dólar?, ¿por qué tenía Antonio un dólar en vez de un euro? Ambos asombrados
se quedaron pensativos, y al rato, en vez de estar decepcionados; estaban
contentos. ¡Eran privilegiados!
Al llegar a
casa, Doña Ratona le contó su experiencia a su marido y El Señor Hada a su mujer,
y ellos, que eran muy inteligentes, le explicaron lo sucedido a su pareja.
Ambas se comunicaron y llegaron a la conclusión de que esto se podría repetir,
y así hacer privilegiados a miles de niños de España y Norteamérica.
Lucía Orteu, 6º (Premio categoría 4º a 6º, Concurso de Cuentos AMPA 2014)
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