CHRISTIAN Y EL FUTURO
por Jimena Vázquez Martín (3º Primaria)
Érase
una vez un niño de 8 años que se
llamaba Christian. Vivía con sus padres y su hermana en Madrid. No era muy
respetuoso con el medio ambiente. Tiraba los papeles al suelo, trataba mal a
los árboles, quería ir siempre en coche a todos los sitios y no le gustaba nada
comer verduras y frutas. Lo odiaba.
Un día, mientras veía una película de
cómo seríamos en el futuro, Christian se durmió. De repente, era el año 2.200.
Abrió los ojos y apareció en su ciudad, que no era otra que Madrid.
Se encontraba despistado porque la
gente comía unas hamburguesas que parecían de plástico por la calle. No había
casi restaurantes. Todo el mundo tenía mucha prisa y no podía pararse para
comer. Parecía que no necesitaran sentarse. Todos comían de pie en la calle.
Todo ello no era otra cosa que la comida rápida.
En Madrid, lucía el sol. Hacía
muchísimo calor y una especie de nube envolvía toda la ciudad. El sol le
parecía que era más viejo que ayer.
En la ciudad había poco oxígeno, por tanto,
tampoco había muchas plantas. Eso sí, había unos árboles artificiales que
producían unos frutos que se llamaban precisamente “artifruit”. Los humanos se
habían acostumbrado a comerlos porque no había otra cosa. Christian tenía hambre y preguntó en una tienda si había
golosinas. Ellos le miraron extrañados porque desconocían su significado. A
cambio le mostraron unos palitos de “artifruit”, que podía chupar para quitarse
el hambre.
Descubrió también que los humanos
nacían de una especie de plantas. Se dio cuenta de que todas las personas eran
muy parecidas. Como si todas ellas fueran gemelas. El mismo pelo, la misma
boca, la misma nariz y el mismo color de piel. Tan sólo se diferenciaban en el
color de sus ojos y en que unos parecían hombres y otras mujeres. Pero había
poca diferencia.
Todos hablaban el mismo lenguaje,
pero no era el español. La lengua de Christian se había convertido en una
lengua muerta. Ahora hablaban en una mezcla de idiomas. No entendía apenas lo
que hablaban, pues las palabras eran una mezcla de inglés, de español y de
chino, que precisamente se había convertido en una de las lenguas más
importantes del mundo. Aquello parecía un jeroglífico hablado.
Christian comprobó que había poco
agua. Buscó el Manzanares, pero había desaparecido. Se encontró con un campo de
tierra seca. ¿Dónde estaba el río junto al que él patinaba los domingos cuando
paseaba con sus padres y su hermana?
¡Qué horror! También había bolsas y algunas latas de “artifuit” tiradas
en el antiguo cauce por donde pasaba el río. Empezó a comprender que todo eso
había pasado por maltratar el medio ambiente. De repente, Christian notó que se
quedaba sin aire. ¡No había oxígeno! ¡Se había acabado! Intentó gritar pero no pudo. Si nadie lo
remediaba se iba a morir.
Con un sobresalto, al fin pudo abrir
los ojos y vio que estaba en su casa. La película se había terminado y ahora
echaban en la tele un documental de National Geographic sobre lo que hacían
algunas personas para cuidar el medio ambiente y lo que debíamos hacer para que
en nuestro planeta no desaparecieran las plantas, ni los animales, y pudiéramos
disfrutar de las playas, los bosques y los ríos, en general.
Christian tuvo una idea. A partir de
ahora cambiaría sus costumbres y empezaría a cuidar el medio ambiente. Se dio
cuenta de que lo que había soñado, no le gustaba nada. Y tú, ¿qué haces por
mejorar la vida en nuestro planeta?
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